jueves, 24 de mayo de 2007

A raíz de un comentario leído en el 20 min, sobre un hombre, elogiado por ser el más feliz de la Tierra, al que se cita textualmente diciendo que no mantiene relaciones sexuales desde hace treinta años, han surgido un buen número de opiniones señalando el sexo como una necesidad humana dictada por la Naturaleza y su negación (falta de práctica, al menos) algo así como una perversidad que no puede conducir a la felicidad.
Pienso en la posibilidad de ser feliz sin sexo y me lo creo. Entiendo que esta persona es feliz porque hace lo que quiere voluntariamente, en el aspecto sexual de su vida y supongo, por hablar de felicidad, en muchos más.
No creo que la naturalidad del sexo signifique su obligatoriedad. Es bastante posible nuestro condicionamiento natural como especie hacia el sexo. Si queremos mantenernos sobre la faz de la Tierra, necesitamos reproducirnos. Parece lógico, no?. Ahora, para juzgar nuestro comportamiento sexual, que es lo que han hecho en este artículo, no podemos atenernos a un argumento únicamente natural o naturalista o cómo quiera significarse “dictado por leyes naturales”. Desde luego nos encontramos condicionados por nuestra obligada pertenencia a la Naturaleza, la Naturaleza lo es todo al fin y al cabo y por tanto no podemos eludirla, como no podemos eludir tener que respirar oxígeno y otros gases en proporción suficientemente adecuada, así como ingerir alimentos. Pero, no nos obliga de la misma manera en un caso u otro. Si dejamos de respirar o alimentarnos, moriríamos como individuos, sin embargo si un individuo no tiene sexo, sólo pone potencialmente en peligro la supervivencia de la especie y no de si mismo.
A mi entender, existe un base errónea en el argumento de la imposición biológica del sexo para discutir sobre su influencia en la felicidad o la bondad que practicarlo puede suponer para los seres humanos. Se trata de una hipótesis excesivamente reductora pues se centra únicamente en uno de los componentes de la sexualidad humana, su origen natural, olvidándose por completo de otros tan importantes como el cultural, la variedad individual humana y la libertad. Este último componente, la libertad, quizá sea el más importante, a mi entender, en la cuestión del sexo y la felicidad.
La felicidad del hombre del artículo podría ser consecuencia de la coherencia entre su elección de renuncia y sus actos. Libremente decidió, más allá de lo que su condicionamiento natural le animase a hacer, abandonar su ocupación sexual. Mantiene su postura y le funciona, está tranquilo al respecto y en ese sentido, entiendo, es feliz.
Antes de preocuparme por el carácter natural o no del sexo, me preguntaría si la felicidad es natural. Si lo es, todo el que no lo sea se comporta contra natura. Si no lo es, hay que ver a qué cosas más tontas dedicamos el tiempo.

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